Cuando hablamos con alguien sólo una pequeña parte de la información
que obtenemos de esa persona procede de sus palabras. Los investigadores
han estimado que entre un 60 y un 70% de lo que comunicamos lo hacemos
mediante el lenguaje no verbal; es decir, gestos,
apariencia, postura, mirada y expresión.
Muy a menudo, el efecto de este lenguaje corporal tiene lugar a nivel
inconsciente, de manera que, después de estar sólo un par de minutos
conversando con alguien a quien acabamos de conocer, podemos llegar a
la conclusión de que esa persona no es de fiar o no nos gusta sin que
podamos explicar el motivo exacto. Lo más que podemos decir es "tiene
algo que no me gusta". Ese "algo" procede, casi con toda seguridad, de lo
que su lenguaje corporal nos ha transmitido. Y, a la inversa, cuando
hablamos con alguien es posible que le estemos diciendo mucho más de
lo que creemos. De este modo, nuestras emociones se ven influidas por
otras personas sin necesidad de decir una sola palabra, pues puede
bastar una determinada postura, mirada y gesticulación para hacernos
sentir incómodos, nerviosos o enfadados, o bien alegres, joviales y
optimistas. Por supuesto, esto no quiere decir que nuestro interlocutor vaya
a captar toda la información que estamos transmitiendo; el grado en que lo
haga dependerá de lo bueno que sea a la hora de interpretar este lenguaje
y de la atención que nos esté prestando.
El lenguaje no verbal es en parte innato, en parte imitativo y en parte
aprendido. Generalmente, distintas áreas del cuerpo tienden a trabajar
unidas para enviar el mismo mensaje, aunque a veces es posible enviar
mensajes contradictorios, como cuando alguien está contando una
anécdota divertida pero la expresión de su cara es triste. Esto puede ser
debido, por ejemplo, a que mientras habla está pensando en otra cosa, tal
vez en lo siguiente que va a decir, y la expresión de su cara se
corresponde con lo que está pensando y no con lo que está diciendo, de
manera que deja perplejo a su interlocutor.
En otras ocasiones, los mensajes son confusos debido que se pueden
estar transmitiendo varias emociones a la vez, como rabia, miedo y
ansiedad, que a veces aparecen unidas.
Con los desconocidos nos comunicamos principalmente a través de los
ojos. Por ejemplo, cuando vamos caminando por un pasillo estrecho y nos
encontramos con alguien de frente, primero le miramos a los ojos y luego
desviamos la mirada hacia el lado del pasillo por el que pretendemos
pasar. Cuando no se emiten estas señales o no se interpretan
correctamente, lo más probable es que ambas personas acaben
manteniendo una especie de baile a derecha e izquierda hasta aclararse.
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